Sor Enrichetta de Ficarazzi

By 27 noviembre, 2019Noticias

La comunidad teatina ha perdido a Sor Enrichetta y nos deja un vacío en la vida terrenal, pero estamos seguras que al lado de nuestro Señor, está en el sitio que le corresponde y además velará por nuestras hermanas, por nuestra comunidad y por nuestro lema «sin más regla que el amor».

Algunos en Palermo la llamaban, en broma, la madre Teresa de Ficarazzi por su bondad y por su trabajo. Un trabajo al servicio de Dios que ha dejado huella, una huella, como podemos leer en este artículo que explica con gran sentimiento quién era de verdad Sor Enrichetta. DEP. Si lo desean pueden leerlo aquí traducido.

Traducción:

Sor Enrichetta, la hermana de todos, murió de noche entre las paredes del Castillo Giordano, el hogar de las Hermanas Teatinas a las que pertenecía. Fue llamada, en broma, La Madre Teresa di Ficarazzi por su enorme bondad, pero también por su celo en el trabajo.

Pasé mi infancia entre esas paredes. El Castillo, tan pomposamente llamado, que para mí, un niño, no era más que mi escuela.

Escuela de vida en la que disfruté y aprendí sobre las hermanas. Todas buenas y estrictas.

Luego crecí y salí. Estudié, pero nunca me alejé de esas figuras.

Mujeres que habían elegido a Dios para servirlo de la mejor manera.

La hermana Enrichetta habrá acumulado miles de kilometros con su revista. Llevó la Familia Cristiana a muchas casas de Ficarazzi. De mayor, fue mi «pesadilla», la veía a lo lejos con su cojera, su pesado vestido y sus revistas en la mano. No me interesaba mucho leer el periódico, pero no huía en absoluto de su encuentro.

Me saludaba y me preguntaba sobre mi vida y sobre mis seres queridos. Los llamaba uno por uno con el nombre para enfatizar que recordaba a todos. Le contaba sobre mí y, ella con su sonrisa, me testificó que su servicio a Dios había sido útil.

Me dejó huella y cosechó los frutos de ese arduo trabajo, el periódico estaba en mi mano.

Durante algunos años fui coordinador de Caritas Cittadina y con la hermana Enrichetta nos veíamos a menudo. La ayudé lo mejor que pude y no tuve ocasión de ir al castillo a visitarla. Ella, una monja anciana que continuó con su servicio, hasta el final.

Ahora trabajo lejos de Sicilia. No puedo estar en su funeral. La llevaré en mi corazón y espero que sus muchas bendiciones puedan protegerme en tierra, seguro de que usted, alma piadosa y amable, continuará haciéndolo desde los cielos.

Descansa en paz, Sor Enrichetta, y protege a todos tus hijos que tanto te han amado en esta tierra.