III Semana de Adviento

By 15 diciembre, 2018Liturgia

LECTIO DIVINA

III Semana de Adviento

Del 16 al 22 de diciembre de 2018


DOMINGO, 16 DE DICIEMBRE DE 2018

GAUDETE

Acudir a Dios con confianza

 

Oración introductoria
Señor, Tú estás siempre a mi lado, dispuesto a escucharme, a instruirme cuando te necesito; ayúdame a darme cuenta de la importancia de acudir a Ti como un hijo hacia su padre o un amigo a otro. Tú eres el mejor consejero, «Tú tienes palabras de vida eterna.»

Petición
Señor, prepara nuestras almas para poder recibirte en la próxima Navidad.

Lectura de la profecía de Sofonías (Sof. 3,14-18a)
Alégrate hija de Sion, grita de gozo Israel; regocíjate y disfruta con todo tu ser, hija de Jerusalén. El Señor ha revocado tu sentencia, ha expulsado a tu enemigo. El rey de Israel, el Señor, está en medio de ti, no temerás mal alguno. Aquel día dirán a Jerusalén: «¡No temas! ¡Sion, no desfallezcas!» El Señor tu Dios está en medio de ti, valiente y salvador; se alegra y goza contigo, te renueva con su amor; exulta y se alegra contigo como en día de fiesta.

Salmo (Is 12,2-3.4bed.5-6)
Gritad jubilosos, porque es grande en medio de ti el Santo de Israel.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (Flp. 4,4-7)
Hermanos: Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca. Nada os preocupe; sino que, en toda ocasión, en la oración y súplica, con acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (Lc. 3,10-18)
En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: «¿Entonces, qué debemos hacer?» Él contestaba: «El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo». Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron: «Maestro, ¿qué debemos hacemos nosotros?» Él les contestó: «No exijáis más de lo establecido». Unos soldados igualmente le preguntaban: «Y nosotros, ¿qué debemos hacer nosotros?» Él les contestó: «No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie con falsas denuncias, sino contentaos con la paga». Como el pueblo estaba expectante, y todos se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías, Juan les respondió dirigiéndose a todos: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; en su mano tiene el bieldo para aventar su parva, reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga». Con estas y otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo el Evangelio

Releemos el evangelio
San Máximo de Turín (¿-c. 420)
obispo
Sermón 85, PL 57, 733-736

«Con estas exhortaciones y muchas otras, Juan anunciaba al pueblo la Buena Noticia»

Juan no sólo habló en su tiempo anunciando el Señor a los fariseos diciendo: «Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos» (Mt 3,3), sino que todavía hoy grita en nosotros, y su voz de trueno hace temblar el desierto de nuestros pecados… Su voz resuena todavía hoy, diciendo: «Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos»… Nos pide que preparemos la venida del Señor construyendo un camino sólo con la pureza de nuestra fe. El Señor no recorre los caminos de la tierra sino que penetra en el secreto del corazón.

Si este camino es rugoso en sus costumbres, duro en nuestra brutalidad, sucio en nuestra conducta, nos pide que lo limpiemos, lo allanemos, lo nivelemos. Así el Señor, cuando venga, en lugar de tropezar, encontrará un camino barrido por la castidad, allanado por la fe, embellecido por las limosnas. El Señor está acostumbrado a andar sobre semejante camino, puesto que el profeta dice: «Alfombrad el camino del que avanza por el desierto, su nombre es el Señor» (Sl 67, 5)… El mismo Juan ha perfectamente trazado y ordenado su camino para la llegada de Cristo, porque en todo ha sido sobrio, humilde, pobre y virgen. «Juan llevaba un vestido de piel de camello con una correa de cuero en la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre» (Mt 3,4).

¿Qué señal más grande de humildad que el menosprecio de vestidos suaves para vestirse de pieles rugosas? ¿Qué señal más profunda de fe que la de estar siempre a punto, la cintura ceñida, para todos los deberes del servicio? ¿Qué señal de renuncia más notoria que la de alimentarse de saltamontes y miel silvestre?

Palabras del Santo Padre Francisco

«Jesús nos dice, lo dice a los apóstoles, qué hacer: vigilar y rezar. “Vigilad y rezad”: primera cosa. Y cuando rezamos el Padre Nuestro pedimos la gracia de no caer en tentación, que nos proteja para no resbalar en la tentación. La primera arma es la “oración”. Pero, cuando la seducción es fuerte -nosotros nos damos cuenta, pero él trata de iluminarnos con su luz artificial- penitencia, ayuno. Jesús dice del diablo en estos momentos más fuertes: “A este se le vence con oración y ayuno”. El Señor es claro: vigilad, rezad y después, por otra parte, dice: oración y ayuno. Solamente con esto.» (Homilía de S.S. Francisco, 8 de mayo de 2018, en santa Marta).

Meditación

«Entonces, ¿qué hacemos?» Esta pregunta surge en nuestro corazón como signo de la necesidad de un ¡ALGUIEN! Así es, no queremos, en primer lugar, una respuesta al «qué hacemos» sino que buscamos, un alguien que nos tome de la mano y al cual podamos aferrarnos con confianza. Nos vemos profundamente empujados a buscar un rostro cercano con el cual podamos caminar en los momentos de duda; quizá esta persona no tiene una respuesta que darnos, sin embargo, en la compañía de este amigo, podemos encontrar fortaleza, apoyo y guía para llegar a una decisión por nosotros mismos.

En ocasiones, nuestras dudas y problemas no parecen tan importantes cuando hay una persona en la cual podemos apoyarnos; pensemos en familiares o amigos cercanos que siempre han estado allí en los momentos en los que más los hemos necesitado.

Ahora bien, nuestro Señor Jesucristo ha querido que seamos sus amigos y Él es el amigo que nunca falla. Todas nuestras dudas y problemas serán más llevaderos si caminamos de su mano.

Oración final

Oh Verbo, esplendor del Padre, en la plenitud de los tiempos, Tú has bajado del cielo, para redimir al mundo. Tu evangelio de paz nos libre de toda culpa, infunda luz a las mentes, esperanza a nuestros corazones. Cuando vengas como Juez, entre los esplendores del cielo, acógenos a tu derecha en la asamblea de los bienaventurados. Alabanza al Cristo el Señor, al Padre y al Santo Espíritu, como era en el principio ahora y por siglos eternos. Amén.


LUNES, 17 DE DICIEMBRE DE 2018

Hay una realidad más grande, y es, que Dios es Nuestro Padre

 

Oración introductoria
Padre Santo, concédeme la gracia de sentirme tan amado por Ti, de tal manera que siempre pueda decir que soy tu hija, y que Tú eres mi Padre.

Petición
Señor, dame la gracia de amar como Tú, con totalidad y desinterés.

Lectura del libro del Génesis (Gén. 49,1-2.8-10)
En aquellos días, Jacob llamó a sus hijos y les dijo: «Reuníos, que os voy a contar lo que os va a suceder en el futuro; agrupaos y escuchadme, hijos de Jacob, oíd a vuestro padre Israel: A ti, Judá, te alabarán tus hermanos,
pondrás la mano sobre la cerviz de tus enemigos, se postrarán ante ti los hijos de tu padre. Judá es un león agazapado, has vuelto de hacer presa, hijo mío; se agacha y se tumba como león o como leona, ¿quién se atreve a desafiarlo? No se apartará de Judá el cetro, ni el bastón de mando de entre sus rodillas, hasta que venga aquel a quien está reservado, y le rindan homenaje los pueblos».

Salmo (Sal 71,1-2.3-4ab.7-8.17)
En sus días florezca la justicia, y la paz abunde eternamente.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (Mt. 1,1-17)
Libro del origen de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán. Abrahán engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá y a sus hermanos. Judá engendró, de Tamar, a Farés y a Zará, Farés engendró a Esrón, Esrón engendró a Aran, Aran engendró a Aminadab, Aminadab engendró a Naasón, Naasón engendró a Salmón, Salmón engendró, de Rajab, a Booz; Booz engendró, de Rut, a Obed; Obed engendró a Jesé, Jesé engendró a David, el rey. David, de la mujer de Urías, engendró a Salomón, Salomón engendró a Roboán, Roboán engendró a Abías, Abías engendró a Asaf, Asaf engendró a Josafat, Josafat engendró a Jorán, Jorán engendró a Ozías, Ozías engendró a Joatán, Joatán engendró a Acaz, Acaz engendró a Ezequías, Ezequías engendró a Manasés, Manasés engendró a Amós, Amós engendró a Josías; Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, cuando el destierro de Babilonia. Después del destierro de Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel engendró a Zorobabel, Zorobabel engendró a Abiud, Abiud engendró a Eliaquín, Eliaquín engendró a Azor, Azor engendró a Sadoc, Sadoc engendró a Aquín, Aquín engendró a Eliud, Eliud engendró a Eleazar, Eleazar engendró a Matán, Matán engendró a Jacob; y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo. Así, las generaciones desde Abrahán a David fueron en total catorce; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce; y desde la deportación a Babilonia hasta el Cristo, catorce

Releemos el evangelio
Concilio Vaticano II
Constitución sobre la Revelación Divina, Dei Verbum 3-4

“Después de hablar Dios muchas veces
y de diversos modos antiguamente a nuestros mayores…
en estos días últimos nos ha hablado por medio del Hijo…” (Hb 1,1-2)

Dios, creando y conservando el universo por su Palabra, ofrece a los hombres en la creación un testimonio perenne de sí mismo; queriendo además abrir el camino de la salvación que viene de lo alto, se reveló desde el principio a nuestros primeros padres…

Después cuidó continuamente del género humano, para dar la vida eterna a todos los que buscan la salvación con la perseverancia en las buenas obras. Al llegar el momento, llamó a Abrahán para hacerlo padre de un gran pueblo. Después de la edad de los patriarcas, instruyó a dicho pueblo por medio de Moisés y los profetas, para que lo reconociera a Él como Dios único y verdadero, como Padre providente y justo juez; y para que esperara al Salvador prometido. De este modo fue preparando a través de los siglos el camino del evangelio. “Después de hablar Dios muchas veces y de diversos modos antiguamente a nuestros mayores…en estos días últimos nos ha hablado por medio del Hijo” (Hb 1,1-2).

Pues envió a su Hijo, la Palabra eterna, que alumbra a todo hombre, para que habitara entre los hombres y les contara la intimidad de Dios. Jesucristo, Palabra hecha carne, hombre enviado a los hombres, habla las palabras de Dios y realiza la obra de la salvación que el Padre le encargó.

Por eso, quien ve a Jesucristo, ve al Padre. El, con su presencia y manifestación, con sus palabras y obras, signos y milagros, sobre todo con su muerte y gloriosa resurrección, con el envío del Espíritu de la verdad, lleva a plenitud toda la revelación.

Palabras del Santo Padre Francisco

«En el Evangelio hemos escuchado la genealogía de Jesús, que no es una simple lista de nombres, sino historia viva, historia de un pueblo con el que Dios ha caminado y, al hacerse uno de nosotros, nos ha querido anunciar que por su sangre corre la historia de justos y pecadores, que nuestra salvación no es una salvación aséptica, de laboratorio, sino concreta, una salvación de vida que camina. Esta larga lista nos dice que somos parte pequeña de una extensa historia y nos ayuda a no pretender protagonismos excesivos, nos ayuda a escapar de la tentación de espiritualismos evasivos, a no abstraernos de las coordenadas históricas concretas que nos toca vivir.» (Homilía de S.S. Francisco, 8 de septiembre de 2017).

Meditación

Vemos en el Evangelio de hoy, la genealogía de nuestro Señor, y cómo a través de todas esas generaciones, para ser más exactos, cuarenta y dos generaciones, viene el Salvador del mundo para saldar la cuenta del pecado de nuestros primeros padres.

Cristo tuvo una genealogía humana, igual que nosotros la tuvimos, pero hay una realidad más grande, y es que tenemos una genealogía espiritual, esto es, que somos hijos de Dios. «Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!». (1 Jn 3, 1).

Nunca nos podemos olvidar que tenemos al Padre de los padres, aquel que es Amor y misericordia y nos ama como somos, con nuestros defectos y con nuestras cualidades. Él nos ha amado, nos ama y nos seguirá amando por lo que somos y no por lo que le podemos dar. Si de algo nos tenemos que gloriar en este mundo es que tenemos por Padre a Dios. No seremos los dueños del castillo, pero somos los hijos del Rey.

Oración final

¡Que su fama sea perpetua,
que dure tanto como el sol!
¡Que sirva de bendición a las naciones,
y todas lo proclamen dichoso! (Sal 72,17)

 


MARTES, 18 DE DICIEMBRE DE 2018

Una escucha activa de Dios

 

Oración introductoria
Señor, dame la gracia de escuchar tu voz y poder seguirla con amor.

Petición
Señor, dame el espíritu generoso y obediente de san José para vivir mi vocación cristiana con esa misma magnanimidad.

Lectura del libro de Jeremías (Jer. 23,5-8)
Mirad que llegan días -oráculo del Señor- en que daré a David un vástago legítimo: reinará como monarca prudente, con justicia y derecho en la tierra. En sus días se salvará Judá, Israel habitará seguro. Y le pondrán este nombre: «El-Señor-nuestra-justicia». Así que llegan días -oráculo del Señor- en que ya no se dirá: «Lo juro por el Señor, que sacó a los hijos de Israel de Egipto», sino: «Lo juro por el Señor, que sacó a la casa de Israel del país del norte y de los países por donde los dispersó, y los trajo para que habitaran en su propia tierra».

Salmo (Sal 71,1-2.12-13.18-19)
En sus días florezca la justicia, y la paz abunde eternamente.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (Mt. 1,18-24)
La generación de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados».
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que habla dicho el Señor por medio del profeta: «Mirad: la virgen concebirá y dará a luz un hijo
y le pondrán por nombre Emmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”».
Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y acogió a su mujer.

Releemos el evangelio
San Juan Pablo II (1920-2005)
papa
Carta apostólica « Redemptoris Custos », § 25-27

«Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor»

El clima de silencio que acompaña todo lo que se refiere a la figura de José, se extiende también a su trabajo de carpintero en la casa de Nazaret. De todas maneras, es un silencio que revela de modo especial el perfil interior de esta figura. Los evangelios hablan exclusivamente de lo que «hizo» José; pero permiten descubrir en sus actos, envueltos de silencio, un clima de profunda contemplación. José estaba cotidianamente en contacto con el misterio «escondido desde antiguo», que «puso su morada» bajo su techo (Col 1,26; Jn 1,14)…

Puesto que el amor paternal de José no podía dejar de influir en el amor filial de Jesús y, recíprocamente, el amor filial de Jesús, no podía dejar de influir en el amor paternal de José, ¿cómo llegar a conocer en profundidad esta relación del todo singular? Las almas más sensibles a los impulsos del amor divino ven, y justamente, en José un luminoso ejemplo de vida interior. Además, la aparente tensión entre la vida activa y la vida contemplativa queda resuelta en él de manera ideal, tal como se puede realizar en el que posee la perfección de la caridad.

Según la conocida distinción entre el amor a la verdad y la exigencia del amor, podemos decir que José ha experimentado tanto el amor a la verdad, es decir, el puro amor de contemplación de la verdad divina que irradiaba de la humanidad de Cristo, como la exigencia del amor, es decir, el puro amor también del servicio, exigido para la protección y el desarrollo de esta misma humanidad.

Palabras del Santo Padre Francisco

«Jesús, María y José. María con su generoso sí permitió que Dios se hiciera cargo de esa historia. José, hombre justo, no dejó que el orgullo, las pasiones y los celos lo arrojaran fuera de esa luz. Por la forma en que está narrado, nosotros sabemos antes que José lo que le ha sucedido a María, y él toma decisiones mostrando su calidad humana antes de ser ayudado por el ángel y llegar a comprender todo lo que sucedía a su alrededor.

La nobleza de su corazón le hace supeditar a la caridad lo aprendido por ley; y hoy, en este mundo donde la violencia psicológica, verbal y física sobre la mujer es patente, José se presenta como figura de varón respetuoso, delicado que, aun no teniendo toda la información, se decide por la fama, dignidad y vida de María. Y, en su duda de cómo hacer lo mejor, Dios lo ayudó a optar iluminando su juicio.» (Homilía de S.S. Francisco, 8 de septiembre de 2017)

Meditación

Dios nos ha hablado y sigue hablando de muchas maneras (cfr. Heb.1,1); ponerle atención es el primer paso de nuestro camino hacia la felicidad. Este camino está compuesto por dos pasos esencialmente, el de la escucha atenta y el de hacer lo que Él nos dice. En este pasaje del Evangelio san José se encuentra ante una situación difícil, algo que a primera vista no puede entender; le es duro darse cuenta del plan que Dios tiene para él y para su familia, pero siendo un hombre que es capaz de escuchar a Dios, aunque ya había tomado su decisión de obrar de otro modo, a darse cuenta del querer divino y actuó conforme a éste.

Las formas en las que podemos escuchar a Dios son muy variadas, sin embargo, hay algunas que tienen prioridad en nuestras vidas como son la Sagrada Escritura y las personas más cercanas a nosotros, porque Dios es capaz de usar nuestra vida cotidiana para comunicarnos su mensaje. Una escucha atenta vale mucho en una relación, especialmente con las personas más cercanas a nosotros que a veces pueden pasar desapercibidas. Dios nos invita a escuchar su voz en estos momentos.

Después de reconocer la voz de Dios nos toca hacer lo que Él nos diga (Cfr. Jn 2,5) porque los mensajes que nos comunica nos impulsan a hacer realidad su querer divino en nuestras vidas. Pidámosle a Dios que nos conceda una gran fe para saber reconocer su voz y la gracia necesaria para hacer lo que nos pide con amor.

Oración final

Pues librará al pobre suplicante,
al desdichado y al que nadie ampara;
se apiadará del débil y del pobre,
salvará la vida de los pobres. (Sal 72.12-13)

 


MIERCOLES, 19 DE DICIEMBRE DE 2018

Preparar creyendo

Oración introductoria
Señor, escucha mi plegaria suplicante, escucha lo más profundo de mi corazón que tiene deseos de Ti, de tu amor, de la felicidad…

Petición
Jesucristo, concédeme emprender todos los días el camino de la santidad y de la perfección como si fuera la primera vez.

Lectura del libro de los Jueces (Jue. 13,2-7.24-25a)

En aquellos días, había en Sorá un hombre de estirpe danita, llamado Manoj. Su esposa era estéril y no tenía hijos. El ángel del Señor se apareció a la mujer y le dijo: «Eres estéril y no has engendrado. Pero concebirás y darás a luz un hijo. Ahora guárdate de beber vino o licor, y no comas nada impuro, pues concebirás y darás a luz un hijo. La navaja no pasará por su cabeza, porque el niño será un nazir de Dios desde el seno materno. Él comenzará a salvar a Israel de la mano de los filisteos».
La mujer dijo al esposo: «Ha venido a verme un hombre de Dios. Su semblante era como el semblante de un ángel de Dios, muy terrible. No le pregunté de dónde era, ni me dio a conocer su nombre. Me dijo: “He aquí que concebirás y darás a luz un hijo. Ahora, pues, no bebas vino o licor, y no comas nada impuro; porque el niño será nazir de Dios desde el seno materno hasta el día de su muerte”». La mujer dio a luz un hijo, al que puso de nombre Sansón. El niño creció, y el Señor lo bendijo. El espíritu del Señor comenzó a agitarlo.

Salmo (Sal 70,3-4a.5-6ab.16-17)
Que se llene mi boca de tu alabanza, y así cantaré tu gloria.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (Lc. 1,5-25)
En los días de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote de nombre Zacarías, del turno de Abías, casado con una descendiente de Aarón, cuyo nombre era Isabel. Los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin falta según los mandamientos y leyes del Señor. No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos eran de edad avanzada. Una vez que Zacarías oficiaba delante de Dios con el grupo de su turno, según la costumbre de los sacerdotes, le tocó en suerte a él entrar en el santuario del Señor a ofrecer el incienso; la muchedumbre del pueblo estaba fuera rezando durante la ofrenda del incienso. Y se le apareció el ángel del Señor, de pie a la derecha del altar del incienso. Al verlo, Zacarías se sobresaltó y quedó sobrecogido de temor. Pero el ángel le dijo: «No temas, Zacarías, porque tu ruego ha sido escuchado: tu mujer Isabel te dará un hijo, y le pondrás por nombre Juan. Te llenarás de alegría y gozo, y muchos se alegrarán de su nacimiento. Pues será grande a los ojos del Señor: no beberá vino ni licor; estará lleno del Espíritu Santo ya en el vientre materno, y convertirá muchos hijos de Israel al Señor, su Dios. Irá delante del Señor, con el espíritu y poder de Elías, “para convertir los corazones de los padres hacía los hijos”, y a los desobedientes, a la sensatez de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto». Zacarías replicó al ángel: «¿Cómo estaré seguro de eso? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada». Respondiendo el ángel, le dijo: «Yo soy Gabriel, que sirvo en presencia de Dios; he sido enviado para hablarte y comunicarte esta buena noticia. Pero te quedarás mudo, sin poder hablar, hasta el día en que esto suceda, porque no has dado fe a mis palabras, que se cumplirán en su momento oportuno». El pueblo, que estaba aguardando a Zacarías, se sorprendía de que tardase tanto en el santuario. Al salir no podía hablarles, y ellos comprendieron que había tenido una visión en el santuario. Él les hablaba por señas, porque seguía mudo. Al cumplirse los días de su servicio en el templo, volvió a casa. Días después concibió Isabel, su mujer, y estuvo sin salir de casa cinco meses, diciendo:
«Esto es lo que ha hecho por mí el Señor, cuando se ha fijado en mi para quitar mi oprobio ante la gente».

Releemos el evangelio
Orígenes (c. 185-253)
presbítero y teólogo

Comentario al evangelio de san Juan, 2, 193s

«Guardarás silencio… hasta el día en que esto suceda, porque no has dado fe a mis palabras»

En nosotros, la voz y la palabra no son la misma cosa, porque la voz se puede hacer oír sin que tenga ningún sentido, sin palabras, y la palabra igualmente puede ser transmitida al espíritu sin voz, como ocurre con el discurso en nuestro pensamiento. De la misma manera, puesto que el Salvador es Palabra…, Juan difiere de él siendo la voz, por analogía con Cristo que es la Palabra.

Es esto lo que el mismo Juan responde a los que le preguntan quién es: «Yo soy la voz del que clama en el desierto: ‘Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos’» (Jn 1,23). Es posible que sea por esta razón que Zacarías, porque dudó del nacimiento de esta voz que debía revelar a la Palabra de Dios, perdió la voz y la recuperó al nacer el que es esta voz, el precursor de la Palabra (Lc 1,64). Porque para que el espíritu pueda captar la palabra que designa a la voz, es preciso escuchar la voz.

Es también por eso que, según la fecha de su nacimiento, Juan es un poco mayor que Cristo; en efecto, nosotros percibimos la voz antes que la palabra: Juan señala así a Cristo, porque es por una voz que la Palabra se manifiesta. Igualmente Cristo es bautizado por Juan que confiesa tener necesidad de ser bautizado por él (Mt 3,14)… En una palabra, cuando Juan muestra a Cristo, es un hombre que muestra a Dios, al Salvador incorporal; es una voz que muestra la Palabra…

Palabras del Santo Padre Francisco

«Ante el anuncio del nacimiento de un hijo, Zacarías se quedó incrédulo, porque las leyes naturales no lo consentían, eran viejos: eran ancianos; como consecuencia el Señor lo dejó mudo durante todo el tiempo de la gestación. Es una señal. Pero Dios no depende de nuestras lógicas y de nuestras limitadas capacidades humanas. Es necesario aprender a fiarse y a callar frente al misterio de Dios y a contemplar en humildad y silencio su obra, que se revela en la historia y que tantas veces supera nuestra imaginación.» (Homilía de S.S. Francisco, 24 de junio de 2018).

Meditación

Zacarías, el padre de San Juan Bautista, es una de las figuras más representativas del Adviento. Muchas veces el Señor nos habla en lo profundo del ser y nosotros pensamos que no somos dignos de recibirle, entonces no creemos en las gracias del Señor y pensamos que somos un caso perdido. Esto sucede cuando falta la confesión, nos alejamos de la comunión, y poco a poco nos vamos deformando y haciéndonos insensibles al pecado, nos quedamos mudos como Zacarías…

Señor, abre mis ojos, hazme comprender que no es demasiado tarde para que tu gracia actúe en mí. Que sea tu gracia, Señor, la que me permita anunciar la llegada de tu Hijo con mi vida. Gracias por escuchar mi oración.

Oración final

Pues tú eres mi esperanza, Señor,
mi confianza desde joven, Yahvé.
En ti busco apoyo desde el vientre,
eres mi fuerza desde el seno materno. (Sal 71,5-6)

 

 

 

JUEVES, 20 DE DICIEMBRE DE 2018

Porque para Dios nada hay imposible

 

Oración introductoria

 

Gracias, Señor, por darme un día más de vida. Dame la gracia para descubrir aquello que pides de mí y la fortaleza para decir, como María, “sí” a todo lo que me pides.

 

Petición

 

Jesús, no permitas que me venza el miedo de dar mi “sí” a Jesús, dame tu gracia para encontrar mi alegría en hacer tu voluntad y entregarme completamente a la misión, poniendo mis talentos al servicio de los demás.

 

Lectura del libro de Isaías (Is. 7,10-14)

En aquellos días, el Señor habló a Ajaz y le dijo: «Pide un signo al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo». Respondió Ajaz: «No lo pido, no quiero tentar al Señor». Entonces dijo Isaías: «Escucha, casa de David: ¿no basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará un signo. Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel».

 

Salmo (Sal 23,1-2.3-4ab.5-6)

Va a entrar el Señor; él es el Rey de la gloria.

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas (Lc. 1,26-38)

En el sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Él ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin». Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco varón?» El ángel le contestó:
«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido en hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, “porque para Dios nada hay imposible”». María contestó: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel se retiró.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Releemos el evangelio

Santa Teresa Benedicta de la Cruz

Edith Stein, (1891-1942), carmelita descalza, mártir, copatrona de Europa

Las bodas del Cordero

 

«Madre de todos los que viven» (Gn 3,20)

 

«Vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, arreglada como una novia que se adorna para su esposo» (Ap 21,2). Así como el mismo Cristo bajó del cielo a la tierra, también su esposa, la santa Iglesia, tiene su origen en el cielo; nacida de la gracia de Dios bajó con el mismo Hijo de Dios y le está indisolublemente unida.

 

Está construida con piedras vivas (1P 2,5); y su piedra fundamental se puso (Ef 2,20) cuando el Verbo de Dios asumió la naturaleza humana en el seno de la Virgen. En aquel instante se entrelazaron entre el alma del Hijo divino y el alma de su madre virginal el más íntimo lazo de unión, al que damos el nombre de nupcial. Escondida del mundo entero, la Jerusalén celestial había bajado a la tierra. De esta primera unión nupcial nacerían todas las piedras que se irían uniendo a la poderosa construcción, todas las almas que la gracia haría despertar a la vida. Así la madre esposa llegaría a ser la madre de todos los rescatados.

 

Palabras del Santo Padre Francisco

 

«La Virgen se revela colaboradora perfecta del proyecto de Dios, y se revela también discípula de su Hijo, en el Magníficat podrá proclamar que “exaltó a los humildes”, porque con esta respuesta suya humilde y generosa ha obtenido la alegría altísima, y también una gloria altísima. Mientras admiramos a nuestra Madre por su respuesta a la llamada y a la misión de Dios, le pedimos a Ella que nos ayude a cada uno de nosotros a acoger el proyecto de Dios en nuestra vida, con humildad sincera y generosidad valiente.» (Homilía de S.S. Francisco, de 2017).

 

 

 

Meditación

 

Faltan cuatro días para Nochebuena, la noche que celebramos el regalo de Dios que se hace hombre. Dios que se hace niño para salvarnos de nuestros pecados. Lo hace porque realmente se preocupa por nosotros, y para Él no es indiferente si elegimos ser felices eternamente con Él o nos amargamos eternamente al rechazarlo.

 

Dios interviene en la historia del hombre y también quiere intervenir en nuestra vida, pero no nos va a forzar a aceptarlo. Dios es extremadamente respetuoso de nuestra libertad. No quiere que respondamos como robots que están programados a responder a su amor.

 

No, Él nos quiere libres y conscientes de que lo estamos buscando, de que lo necesitamos, y quiere que, libres y conscientes, seamos nosotros los que lo elijamos a Él, puesto que Él nos ha amado primero.

 

El sí de María muestra qué es lo que puede lograr Dios con una donación y entrega total a su amor. Es el sí de María lo que permite a Dios hacerse hombre. En definitiva, es el sí de María lo que permite a Dios llevar a cabo la redención que tanto quería realizar.

 

No, no siempre fue fácil para María; el ver morir a su hijo no fue ningún juego, pero ella sabía que sólo en el abandono total a Dios podía encontrar la plenitud que todos buscamos. Y a ti, ¿qué te impide abandonarte en las manos de Dios?

 

Oración final

 

De Yahvé es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y cuantos lo habitan,
pues él lo fundó sobre los mares,
lo asentó sobre los ríos. (Sal 24,1-2)

 

 

VIERNES, 21 DE DICIEMBRE DE 2018

El amor enloquece

 

Oración introductoria

 

Jesús, te doy gracias por el gran regalo que me has dado, que ha sido la Virgen Santísima. Dame la gracia de creer firmemente, de esperar sin desconfiar y de amar sin condiciones.

 

Petición

 

María, me siento orgulloso de tenerte como madre. Dame la gracia de ser instrumento de paz.

 

Lectura del libro del Cantar de los Cantares (Cant. 2,8-14)

¡La voz de mi amado! Vedlo, aquí llega, saltando por los montes, brincando por las colinas. Es mi amado un gamo, parece un cervatillo. Vedlo parado tras la cerca, mirando por la ventana, atisbando por la celosía. Habla mi amado y me dice: «Levántate, amada mía, hermosa mía y ven. Mira, el invierno ya ha pasado, las lluvias cesaron, se han ido. Brotan las flores en el campo, llega la estación de la poda, el arrullo de la tórtola se oye en nuestra tierra. En la higuera despuntan las yemas, las viñas en flor exhalan se perfume. Levántate, amada mía, hermosa mía, y vente. Paloma mía, en las oquedades de la roca, en el escondrijo escarpado, déjame ver tu figura, déjame escuchar tu voz: es muy dulce tu voz y fascinante tu figura».

 

Salmo (Sal 32,2-3.11-12.20-21)

Aclamad, justos, al Señor; cantadle un cántico nuevo.

 

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas (Lc. 1,39-45)

En aquellos días, María se levantó y puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y, levantando la voz exclamó: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».

Releemos el evangelio
Orígenes (c. 185-253)
presbítero y teólogo

Comentario sobre el Cántico de los Cánticos, III, 11,10s

«María se puso, rápidamente, en camino hacia un pueblo de la montaña de Judea»

«¡Oíd, que llega mi amado, saltando sobre los montes, » (Ct 2,8). En principio, Cristo no se dio a conocer a la Iglesia si no por su voz. Comenzó dejando oír su voz por mediación de los profetas; sin dejarse ver, se hizo comprender. Su voz estaba en los mensajes que le anunciaban, y a lo largo de todo este tiempo, la Iglesia-Esposa reunida desde los orígenes del mundo, tan sólo la comprendía. Pero llegó un día en que ella le vio con sus propios ojos y dijo: « ¡Que llega mi amado, saltando sobre los montes!»… Y cada alma, si el amor del Verbo de Dios la abraza…, se siente feliz y consolada cuando percibe la presencia del Esposo, cuando se encuentra delante de las difíciles palabras de la Ley y de los profetas.

A medida que se aproxima a su pensamiento para iluminar su fe, le ve brincar por los montes y colinas…, y puede muy bien decir: «¡Oíd, que llega mi amado!»… Ciertamente, el Esposo ha prometido a su Esposa, es decir, a sus discípulos: «Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28,20). Pero eso no le impide decir también que se va a tomar posesión de su Reino (Lc 19,12); entonces, de nuevo, a medianoche, se oye el grito: «Mirad, que llega el Esposo» (Mt 25,6).

Algunas veces, pues, el Esposo se hace presente y enseña, otras se hace el ausente y se le desea… Así es que, cuando el alma busca comprender y no lo alcanza, para ella el Verbo de Dios está ausente. Pero cuando encuentra al que busca, le experimenta presente sin duda ninguna y la ilumina con su luz…. Si queremos, pues, ver al Verbo de Dios, al Esposo del alma, «brincando por los collados», escuchemos primeramente su voz, y le podremos ver.

Palabras del Santo Padre Francisco

«El Evangelio es una constante invitación a la alegría. Desde el inicio el Ángel le dice a María: “Alégrate”. Alégrense, le dijo a los pastores; alégrate, le dijo a Isabel, mujer anciana y estéril…; alégrate, le hizo sentir Jesús al ladrón, porque hoy estarás conmigo en el paraíso. El mensaje del Evangelio es fuente de gozo: “Les he dicho estas cosas para que mi alegría esté en ustedes, y esa alegría sea plena”. Una alegría que se contagia de generación en generación y de la cual somos herederos. Porque somos cristianos.» (Homilía de S.S. Francisco, 18 de enero de 2018).

Meditación

Dios tiene un sueño para cada uno de nosotros, que es donde vamos a ser plenamente nosotros mismos. Esa misión se nos va revelando día a día, cuando escuchamos su voz. Cuando uno acepta la voluntad de Dios en su vida, cuando quiere realizar el sueño de Dios, todo toma color y comienza a vivir de verdad.

Este cambio de color en nuestra vida nos impulsa a una sola cosa, manifestar el amor de Dios a los demás. La Virgen María lo demuestra acudiendo a la casa de Isabel, aunque tuvo que recorrer más de 100 km. El amor por el prójimo nos enloquece y nos hace hacer grandes cosas solo para manifestar el gran amor de Dios.

También el aceptar la voluntad de Dios en nuestra vida, nos hace ser más humildes. Esta humildad se ve clara en María e Isabel. Por un lado, María, siendo la Madre de Dios, acude a Isabel. María sabe que es la esclava de Dios y por ende sirve a los demás. Ella se sabe pequeña, siendo la más grande de todas las creaturas. Por otro, lado está Isabel, que reconoce a la Madre de Dios y se siente indigna ante grande visita.

Que en nuestra vida podamos acoger con gran alegría y humildad la voluntad de Dios. Hagamos realidad el sueño de Dios en nosotros. Seamos plenamente nosotros mismos, haciendo lo que Dios tiene pensado para nosotros. La pregunta es, ¿cómo saber que estamos haciendo la voluntad de Dios? La respuesta es muy sencilla: veamos si estamos amando, cuánto estamos amando y cómo estamos amando. Que sea el amor nuestra medida.

Donde podamos amar más, es donde Dios nos ha soñado. Esto no quiere decir que todo debe de ser color de rosas. El amor verdadero florece en el sufrimiento, en la cruz. No busquemos escaparnos ante el sufrimiento, pues es allí donde Dios nos pide amar más y donde seremos plenamente felices. En el sufrimiento es donde Dios está más cerca de nosotros y quien nos ayuda a salir adelante.

Oración final

Esperamos anhelantes a Yahvé,
él es nuestra ayuda y nuestro escudo;
en él nos alegramos de corazón
y en su santo nombre confiamos. (Sal 33,20-21)

 


SÁBADO, 22 DE DICIEMBRE DE 2018

Tres regalos: gratitud, gozo y humildad.

 

Oración introductoria
Prepara, Señor, mi corazón para poder recibirte como mereces en esta Navidad y que te pueda ofrecer un mejor pesebre para que nazcas en mí.

Petición
Dios mío, purifica mi alma de todo pecado para que pueda recibirte con un corazón digno.

Lectura del primer libro de Samuel (1 Sam. 1,24-28)
En aquellos días, una vez que Ana hubo destetado a Samuel, lo subió consigo, junto con un novillo de tres años, unos cuarenta y cinco kilos de harina y un odre de vino. Lo llevó a la casa del Señor a Siló y el niño se quedó como siervo. Inmolaron el novillo, y presentaron el niño a Elí. Ella le dijo: «Perdón, por tu vida, mi Señor, yo soy aquella mujer que estuvo aquí en pie ante ti, implorando al Señor. Imploré este niño y el Señor me concedió cuanto le había mi pedido. Yo, a mi vez, lo cedo al Señor. Quede, pues, cedido al Señor de por vida». Y se postraron allí ante el Señor.

Salmo (1S 2,1.45.6-7.8abcd)
Mi corazón se regocija por el Señor, mi Salvador.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (Lc. 1,46-56)
En aquel tiempo, María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor,
“se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humildad de su esclava”. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí: “su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación”. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, “derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia” -como lo había prometido a “nuestros padres”- en favor de Abrahán y su descendencia por siempre». María se quedó con Isabel unos tres meses y volvió a su casa

Releemos el evangelio
Benedicto XVI
papa 2005-2013
Encíclica «Deus caritas est», § 41

«María dio gracias al Señor»

El Magníficat de María -retrato, por decirlo de alguna manera, de su alma- está enteramente bordado con hilos de la Escritura Sagrada, con hilos sacados de la Palabra de Dios. Con ello queda demostrado que en la Palabra de Dios, María se encuentra verdaderamente en su casa, entra y sale de ella con gran naturalidad. Habla y piensa por medio de la Palabra de Dios; la Palabra de Dios es su palabra, y su palabra nace de la Palabra de Dios.

Además, así manifiesta que sus pensamientos son el diapasón de los pensamientos de Dios, que su voluntad consiste en querer con Dios. Estando profundamente penetrada por la Palabra de Dios, puede llegar a ser la madre de la Palabra encarnada. María es, en fin, una mujer que ama. ¿Cómo podría ser de otra manera? Como creyente que, en la fe piensa con el pensar de Dios y quiere con la voluntad de Dios, sólo puede ser una mujer que ama.

Lo percibimos a través de sus gestos silenciosos, los que se narran en los relatos de los evangelios de la infancia. Lo vemos a través de la delicadeza con la que, en Caná, se da cuenta de las necesidades en las que se encuentran los esposos y las presenta a Jesús. Lo vemos en la humildad con que acepta estar abandonada durante el periodo de la vida pública de Jesús, sabiendo que su hijo deber fundar una nueva familia y que la hora de su madre llegará tan sólo en el momento de la cruz… En Pentecostés serán los discípulos los que se reunirán a su alrededor esperando el Espíritu Santo (Hch 1,14).

Palabras del Santo Padre Francisco

«La Virgen se revela colaboradora perfecta del proyecto de Dios, y se revela también discípula de su Hijo, en el Magníficat podrá proclamar que “exaltó a los humildes”, porque con esta respuesta suya humilde y generosa ha obtenido la alegría altísima, y también una gloria altísima. Mientras admiramos a nuestra Madre por su respuesta a la llamada y a la misión de Dios, le pedimos a Ella que nos ayude a cada uno de nosotros a acoger el proyecto de Dios en nuestra vida, con humildad sincera y generosidad valiente.» (Homilía de S.S. Francisco, de 2017).

Meditación

Estamos en la recta final del Adviento. En el ambiente ya hay un aire más festivo, las casas están decoradas, se escucha la música navideña y nos llegan los olores de la comida tradicional de esta época.

El Evangelio con que Jesús nos quiere hablar hoy, en primer lugar, nos expresa la alegría, en segundo lugar, nos hace escuchar las palabras que María traía en su corazón desde que el Verbo se hizo carne en ella. Gratitud, gozo y humildad, son los tres regalos que le podemos dar al Niño Jesús en esta Navidad.

La alegría natural que experimentamos estos días debe ir más allá del sentimiento de la época. El Señor nos invita a transformarlo en gozo espiritual que brota de la gratitud de saber que hemos sido sostenidos y acompañados por su presencia este año. Celebrar el nacimiento de Jesús debe trascender el hecho de una simple tradición social; celebrarlo es dar gracias a Dios que es fiel y cumple su palabra «su misericordia llega de generación en generación», porque misericordia es lo que hemos recibido con más abundancia.

Para finalizar, no dejemos pasar desapercibida la extrema humildad que la Sagrada Familia nos enseña con su ejemplo, que faltándoles todo humanamente, lo tenían todo porque tenían al Niño Jesús en el centro de su corazón. ¿Cómo me estoy preparando para recibir al Niño Jesús en la pobreza del pesebre de mi corazón?

Oración final

Levanta del polvo al humilde,
alza del muladar al indigente
para sentarlo junto a los nobles,
y darle en heredad trono de gloria. (1Sam 1,8)